Por Angie Larenas
Hace pocas
semanas vimos en la prensa un recrudecimiento de las tensiones en la región
oriental de la República Democrática del Congo (RDC). La toma de la ciudad de
Goma por parte del grupo armado M-23 hizo saltar las alarmas por un conflicto
que se extiende en el tiempo como una enfermedad crónica. Pero como sucede con
las enfermedades crónicas, cuando parecen controladas nos permiten continuar
con nuestras vidas como si nada sucediera.
El conflicto en
la zona oriental de la RDC es parte de lo que se suele conocer como “el
conflicto de la región de los Grandes Lagos”, que implica a varios países, tiene
diferentes vertientes y ha ido teniendo picos de intensidad en distintos
momentos de los últimos 50 años. En estos momentos, y en el caso de la zona
oriental de la RDC, uno de los elementos centrales es la pugna por el control
de los recursos. Esa región es rica en coltán,
un producto utilizado en la fabricación de nuevas tecnologías, como nuestros teléfonos móviles, ordenadores
y videojuegos.
En la RDC un tema
especialmente sensible es el de la violencia sexual y los crímenes de género. Es
difícil encontrar estadísticas fiables y el problema afecta tanto a mujeres y
hombres, como a niñas y niños; aunque está clara que la incidencia es
abrumadoramente superior sobre las mujeres y las niñas. En el informe “Violencia
sexual relacionada con los conflictos”, presentado por el Secretario General de
las Naciones Unidas a principios de este año, se señala que en el período
comprendido entre diciembre de 2010 y noviembre de 2011 se documentaron 625
casos de violencia sexual. He aquí un extracto del Informe:
Durante el período que abarca el informe, se produjeron actos de violencia sexual, entre ellos, varias violaciones masivas, en Kivu del Norte y del Sur, en la zona oriental de la República Democrática del Congo. Al parecer, en varios incidentes, las violaciones masivas fueron perpetradas contra la población, a modo de represalia, por grupos armados o elementos de las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC), por su presunta colaboración con el “enemigo”. También se utilizan actos de violencia sexual como instrumento para ejercer control económico o político sobre la población [página 9].
En la web
dedicada a la RDC por el comité vasco de ACNUR se maneja la cifra de 600
violaciones al mes. Esto es muy importante porque estamos hablando de un país donde hay acuerdos de
paz firmados desde hace más de 10 años y donde se encuentra desplegada una misión de la ONU desde 1999 (MONUC primero, y MONUSCO desde 2010). Esta violencia
sistemática demuestra que los acuerdos de paz o el despliegue de cascos azules son
insuficientes para neutralizar la agresividad de un conflicto armado. Entonces,
¿qué falta por hacer? Las preguntas son muchas y el camino largo. Pero partamos
por reconocer que las violaciones a los derechos humanos en la RDC no deben ser
dejadas en el olvido.
Para profundizar:
- Comité Vasco de ACNUR, “Mujeres de la RDC: ¿Víctimas o fuerza?”.
- Informe del Secretario General de la ONU para el Consejo de Seguridad, “Violencia sexual relacionada con los conflictos”.
- MONUSCO.
- Rosario Lunar y Jesús Martínez-Frías, “El coltán: un mineral estratégico”.
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