domingo, 7 de abril de 2013

Cuartas pinceladas: Revolución y mujeres en Cuba.


Por Angie Larenas

Hace algún tiempo me vengo preguntando sobre la existencia o no de un movimiento feminista en Cuba. Algunas evidencias he encontrado sobre agrupaciones de mujeres que actualmente trabajan de manera independiente y algunas tesis tengo sobre el tema. Pero para comprender esta realidad y la(s) situación(es) de las mujeres en el país, hay que ir un poco más atrás.

Es de sobra conocido que la revolución de 1959 significó un punto de ruptura en la historia cubana. Antes del triunfo revolucionario existía un movimiento feminista, cuya evidencia está recopilada en investigaciones de historiadores e historiadoras que se han dedicado a seguir las huellas de la lucha por la resistencia y la liberación de las mujeres en Cuba (ver: http://feminismocuba.blogspot.com.es/). De hecho, hace pocos días, el 1 de abril, se conmemoraba el 90 aniversario del Primer Congreso Nacional de Mujeres de Cuba. Uno de los temas principales del Congreso, como era de esperar en 1923, era el del sufragio femenino.

Considero que el movimiento de mujeres, del que formó parte ese Primer Congreso, se convirtió en la base social para los cambios tan profundos que traería el impuso revolucionario de 1959 en relación con las mujeres. Temas relacionados con la incorporación de las mujeres al mercado laboral, la familia, la igualdad de derechos, etc., fueron incorporados a los cambios revolucionarios que se sucedieron en Cuba en la década de 1960. Sin embargo, fue la misma revolución, con su amplitud y profundidad, la que sentenciaría al movimiento feminista cubano.

Me explico. Con el triunfo de la revolución se produjo un proceso de reinstitucionalización de las organizaciones de la sociedad civil, el que desembocaría en un partido político único, una organización universitaria única, una organización de jóvenes única… y una organización de mujeres única: la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), fundada en 1960. Se suponía que cualquier demanda femenina, feminista, de mujeres, debía ser canalizada a través de las instancias oficiales de la FMC. Como dato decir que la FMC estuvo dirigida por la misma persona, Vilma Espín, desde su fundación y hasta la muerte de esta en 2007.

La FMC pudo ser muy revolucionaria en sus inicios, como lo fue también la revolución antes de convertirse en La Revolución Cubana. Pero con el paso del tiempo, la falta de cambios, la rigidez institucional, la implantación del pensamiento único, la FMC se convirtió en una organización tradicional y conservadora.

Y más allá de la FMC, la propia institucionalización de los cambios sociales ha fracasado al no revertir la situación de desventaja social de las mujeres en Cuba a 54 años de la revolución. Porque los cambios fueron, sobre todo, de organización, pero no de mentalidad. Por poner solo un ejemplo, la incorporación de las mujeres al mercado laboral tuvo muchos significados positivos, pero no significó la incorporación de los hombres al trabajo reproductivo, que continuó y continúa en manos de las mujeres.

Antes de la crisis de principios de la década de 1990 Cuba contaba con una red de escuelas infantiles y de centros para personas adultas que matizaba esta realidad. Pero la crisis puso en evidencia una problemática que no había desaparecido y que se agudiza por el proceso de envejecimiento poblacional. El tema del trabajo reproductivo continúa sin apreciarse en su justa medida más que por los y las especialistas que se implican en su denuncia.

Algo similar ocurre con la violencia hacia las mujeres. Siempre recuerdo un dicho muy común en Cuba: “entre marido y mujer, nadie se puede meter”… La cultura del silencio impera. También en materia de violencia machista.


Más información en:





Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades

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