domingo, 11 de mayo de 2014

El extraño caso de una investigadora en Lanbide

Por Nerea Azkona

No era la primera vez que iba al Servicio Vasco de Empleo (Lanbide), pero para las funcionarias que me atendieron sí que fue la primera vez que veían a una investigadora en vivo y en directo.

Tenía hora a las 10 y media de la mañana para pedir la prestación por desempleo y quería aprovechar el día y llevar mi curriculum junto con todos los títulos y certificados, para poder completarlo en su base de datos y que de esa manera pudieran llamarme de algún trabajo.

La primera duda fue: ¿Dónde llevo todo lo que acredita lo que he hecho a lo largo de mi vida laboral? Siete años trabajando en la universidad da para mucho papel (creo que podría reconstruir un alcornoque con todos los títulos, titulillos y titulotes que llevan mi nombre): los títulos, las certificaciones de participación en proyectos de investigación y las ponencias en congresos, las publicaciones, expedientes, contratos de trabajo, cursos y cursillos varios, y más que ni yo misma sabía que tenía.

Llego y le pregunto a la funcionaria que me atiende si cree que nos dará tiempo en dos horas, ya que no podía llegar tarde a la otra cita. Me miró con cara de “¿Pero tú qué te piensas que vamos a hacer?”. Bien, me sobró un minuto, y porque de la mitad de las cosas que llevaba no se dejó constancia en el ordenador.

¿Por qué? ¿Cuál es el tema? Como todo está informatizado de tal manera que las categorías que existen son fijas, casi todo lo que soy no está catalogado por Lanbide (ni por el Instituto Nacional de Empleo (INEM)). Un ejemplo:

- ¿Qué eres?

- ¿Lo que he estudiado o de lo que he trabajado?

- Lo segundo.

- Ok. Soy investigadora.

- Mmmmm,… a ver… dónde está,… no sé,… ¿De qué tipo de investigación estamos hablando?

- Investigadora social especializada en migraciones.

- Bien, porque el tema de los huesos no está registrado, ¿vale?

(Mi cara empieza a ser un poema y la funcionaria empieza a pelearse con el teclado del PC)

- Yo trabajo con vivos, de momento… trabajaba en la universidad haciendo estudios sociológicos

- ¡Ah, mira! ¡Aquí está la categoría de investigador!

- ¡Bien! (Alivio)

- Espera, espera, espera… no eres detective privado, ¿verdad?

- Ehhhh… ¡Pues no! Ni huesos, ni cazatesoros, ni investigadora de cuernos

- Pues no voy a poder ponerlo… ¿cómo quieres que te defina?

- Pues, soy antropóloga y doctora en estudios internacionales, pero claro, el ordenador no va a tener ni idea ni de una ni de la otra… ¡no sé qué decirte!

- ¿Profesora de instituto?

- Pues tengo el CAP pero nunca he dado clases en un instituto.

- ¿Maestra?

- ¡Eso sí que no! Yo no tengo hecho magisterio, si quieres busca educadora social, como mucho…

- Pues… ¡Espera! ¡Existe la categoría de sociólogo!

- En fin… todo sea por no dejarlo en blanco… pero, claro, yo no tengo la carrera de Sociología, ¿eh?

Bien. Una vez superada mi definición laboral (diez años de mi vida resumidos en “sociólogo” en masculino singular) vienen los títulos, contratos y demás cosillas. No había, por supuestísimo, cabida para nada. La muchacha me miraba como si le estuviera hablando en chino y me propone no meter nada de lo que había llevado y poner en “otros” los links a mi perfil en las redes sociales de academia.edu y a LinkedIn. Muy profesional… Kilos de papel trasladado para nada.

Y al final tuve que elegir cinco profesiones con sus etiquetas fijas de las que me gustaría recibir ofertas de empleo: antropóloga (no existe), investigadora social (no existe), especialista en migraciones o en cualquier cosa por el estilo (no existe), ¿politóloga? (¡no existe! ¡Qué sorpresa!). Me quedo con socióloga y con educadora social, de lo que ejercí con un contrato en prácticas cuando acabé la diplomatura. ¿Y las otras tres? Pues profesora de instituto (ya que la mujer me insistió desde que me senté en la silla que ese era mi futuro) y un largo cri cri cri.


Obviamente, después de cinco meses no me han llamado de ningún sitio; gracias al CV que me hicieron en la oficina de empleo tampoco me extraña. Y digo yo: viendo un poco cómo está el percal en lo que se refiere a la investigación en este país… ¿A nadie se le ha ocurrido que se podría hacer una bolsa de expertos con variables e indicadores (semi)abiertos? Porque claro, Lanbide estará lleno de ¡¡¡sociólogos!!! Ya que no existe ninguna otra categoría para ciencias sociales “hermanas”. Eso sí, no sé qué tanto por ciento de “Monk”s (detective de una serie americana con TOC que ayuda a la policía a resolver casos) habrá por ahí viviendo como detectives privados, ¡ellos sí que tienen su casilla!

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